El amor es amor: No puedes ahogarlo, ni reprimir su fuerza o controlar su alcance. No podemos definirlo en una simple frase porque al hacerlo lo estamos limitando y el amor es infinito.
Se necesita una buena dosis de valor para amar con orgullo, ciégamente y sin prejuicios, amar a quien te de la gana sin importar sexo, edad, razón o religión porque ni un millón de balas podrá cambiar la forma en que un corazón late, ni toda la violencia del mundo nos hará renunciar a elegir
por quién quiere palpitar.
El amor es un estado temporal y atemporal de las personas hacia lo que nos rodea. No tiene una duración fija, ya que dura lo que nosotros queremos que dure y también depende de lo que nosotros sentimos. Cada quien es dueño de sí mismo, de su tiempo y espacio. Por eso hay que amar sin apego, sin la angustia de pertenecer, para así entender que amar no es poseer.
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El amor no muere por causas naturales. Muere por negligencia y abandono. Muere por ceguera e indiferencia y porque se lo da por sentado.
Las omisiones son, generalmente, más graves que los errores cometidos.
Finalmente el amor muere por cansancio, porque no se lo alimenta.
Como cualquier otro ser viviente, el amor requiere el esfuerzo de mantenerlo sano.
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El amor no puede envejecer. Las cerraduras pueden perder su color marrón y oro. Las mejillas pueden desaparecer y ahuecarse. Pero los corazones que aman nunca conocerán el hielo y el frío del invierno. El calor del verano está en ellos todavía.
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Para saber amar es preciso tener la sutileza del sabio, la flexibilidad del niño, la sensibilidad del artista, la comprensión del filósofo, la aceptación de la santa, la tolerancia del sabio y la fortaleza del seguro.
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"En el amor, cada hombre constituye su propio reto personal".
