Amores consecuentes
Silvia Mago
Uno de estos soleados mediodías venía rodando en mi carro por el bulevar del Cafetal, cuando la luz roja del semáforo me detuvo y quedé parada justo antes del paso peatonal. Comencé a observar a quienes cruzaban caminando frente a mí y una pareja atrapó mi atención. Él, muy elegante, con su paltó azul marino combinado con un pantalón gris claro, su corbata de un tono que acentuaba el conjunto y unos lentes de sol de lo más vintage, caminaba con su espalda muy erguida y eso le daba un aire de respetable dignidad. Ella, con un atuendo más deportivo cojeaba de forma casi imperceptible, lo que me hizo suponer que algo en su cadera o en su rodilla derecha la estaba fastidiando. Conversaban mientras caminaban uno al lado del otro, tomados de la mano, y ella se reìa por un comentario que él hacía, se veían contentos. Ese gesto de afecto físico y la evidente camaradería entre ellos, me enterneció, ¡qué pareja más cuchi! Traté de calcularles la edad y creo que ambos pueden estar alrededor de los 70 años.
El semáforo cambió a verde y continué mi camino llevando dentro de mí la imagen tierna de esos dos seres, como si hubiera presenciado un milagro. Me pregunté qué condiciones tienen que darse para que el amor de pareja se mantenga a través del tiempo y logre sobrevivir a los rigores de la rutina y a los altibajos de cada una de las etapas por las que se han de pasar al mantenerse juntos a través de tantos años.
Qué hermoso fue para mí encontrarme con la energía armoniosa que se despliega alrededor cuando dos seres se entienden, se acompañan y se quieren. Eso se percibe, es fácil olfatearlo. El amor no se puede disimular, como tampoco se puede disimular su ausencia.
Cuando hay amor hay alegría e interés genuino por el otro, el deseo de complacerle es espontáneo, así como las ganas de apoyarle y de seguirle los pasos. Cuando hay amor abundan elogios, buen humor, reconocimiento a las virtudes, gentilezas y una comunión de almas. Cuando el amor desaparece los defectos se ven más, crece el fastidio, la apatía, el deseo de alejarse, las excusas, las críticas, las discrepancias, la ingratitud, el mal genio y la amargura.
Formar una buena pareja es un proceso laborioso en el que cada parte tiene que estar dispuesta a dar lo mejor de sí. En los momentos de desavenencias no resulta fácil porque tendemos a sobredimensionar lo que no está funcionando bien y a poner foco en los defectos del otro, pero esos son los momentos cuando más necesitamos reconocer y valorar las virtudes de nuetra pareja y recordar lo que nos llevó a enamorarnos y a desear comprometernos con ella.
Más allá de la edad que tengamos y de la etapa en pareja por la que estemos pasando, cualquier momento es bueno cuando se trata de renovar los votos de mutuo amor y de reafirmar en forma explícita que el propósito que nos anima sigue siendo preservar la chispa amorosa que brotó en un principio y nos mantiene unidos: hoy, vuelvo a elegirte.
Brindo por todos los amores consecuentes que han superado las pruebas del tiempo y las dificultades.
Revista "eme de mujer", inserta en
el diario capitalino "El Nacional",
9 de Febrero de 2012.